La arquitectura tiene un papel bastante destacado en los medios de comunicación, en los discursos políticos y en conversaciones del público en general, pero por lo general es tratada de una forma simple, incluso frívola, como si se tratase de una actividad necesaria pero no trascendente, en la que el arquitecto es considerado desde un facultativo que hay que introducir de forma obligatoria, aunque con desgana, hasta un divo capaz de potenciar con su nombre el protagonismo de toda una ciudad. Pero hay muchas cosas que, en la mayoría de la ocasiones, no se tienen en cuenta cuando se habla de esta disciplina.
La buena arquitectura a menudo es ignorada por el público en general, no se suele pensar en los elementos que la hacen buena, se observa y se considera que es un edificio más. Como mucho se podrá considerar que es un edificio bonito, que encaja en su entorno, que no resulta molesto a primera vista, sin embargo, no se tiene en cuenta que una buena arquitectura mejora nuestra vida diaria, incluso a veces de una manera superior de lo que se había previsto. Por ejemplo, los buenos edificios son más eficientes porque consumen menos energía y alteran menos su entorno, son menos ruidosos y menos molestos, procuran una mejor relación tanto con sus usuarios como con sus vecinos.
En pocas palabras, la buena arquitectura mejora el espacio, mejora la ciudad, y mejora la convivencia, sin embargo la mala arquitectura hace todo lo contrario, por esto podemos decir sin dudar que “La buena arquitectura no sólo es deseable sino que es necesaria”.
¿Pero por qué ocurre esto? Hay varias razones:
ECONÓMICAS
Un mejor diseño arquitectónico procura un mejor flujo económico. Esto es más evidente en un edificio pensado para un negocio, ya que su promotor querrá tener una instalación lo más eficiente posible, por ejemplo un hotel, un centro comercial, un restaurante, un hospital, un colegio, etc. Pero también es aplicable a los edificios residenciales para que los propietarios de las viviendas tengan los menos costes asociados posibles.
Por ejemplo, si hablamos de un restaurante ¿Dónde se ubicará el edificio? ¿Cuál es el público objetivo? ¿Qué tipo de espacios son más adecuados para ese público objetivo? ¿Cómo deben ser los recorridos internos de los clientes? Si es necesario un aparcamiento, ¿cómo podemos impulsar y facilitar el acceso del tráfico rodado?
En el caso de proyectos residenciales, es absolutamente fundamental que el precio final del edificio se ajuste al presupuesto estimado por el promotor para que las viviendas puedan salir al mercado con un precio adecuado. Esto puede marcar la diferencia entre un proyecto rentable y uno ruinoso. A veces hay que ser muy imaginativos y conseguir ideas que, sin mermar la calidad, sean lo menos costosas posibles.
Un buen estudio de arquitectos debe tener en cuenta todos estos aspectos e introducirlos en una planificación viable en la que se tendrán en cuenta todos los costes asociados a la construcción, como licencias, acometidas, seguros, seguridad, etc.
CALIDAD DE VIDA
Lo mismo que se dice con las personas: “La cara es el espejo del alma”, podríamos aplicarlo a los edificios.
Un edificio anodino, pensado sin interés, sin cariño, no sólo resultará aburrido a ojos del observador, sino que lo sufrirá la persona que lo usa, ya sea para su vivienda o para su negocio.
Los arquitectos estamos obligados a añadir creatividad y belleza a nuestras vidas cotidianas a través de nuestros diseños, los resultados se notarán incluso en áreas que a veces no se esperan. Es un hecho que la buena arquitectura crea comunidades más sólidas con vecindarios y negocios más sostenibles.
También es fundamental tener en cuenta la seguridad. Esto va más allá de las normativas urbanísticas y legales. Uno de los fundamentos de la buena arquitectura es diseñar un espacio que pueda albergar a los clientes de manera cómoda y segura.
VIABILIDAD – SOSTENIBILIDAD
La buena arquitectura creará un espacio que tendrá que equilibrar numerosos aspectos que inciden en su viabilidad.
Diseñar un edificio no es fácil, pero los arquitectos tenemos que asegurar que el edificio sea viable y sostenible desde muchos puntos de vista: urbanísticos, económicos, eficientes energéticamente, estéticos, etc.
Más allá del edificio en sí, la arquitectura y el diseño pueden ayudar a equilibrar la vida de las personas, de los comercios, de las fábricas, de los aparcamientos públicos, de los parques. Un buen diseño hace que la vida de las personas sea más agradable y que los edificios sean más sostenibles pero además debe ser asumible por muchas ya variadas cuestiones.
Un hospital bien diseñado asegura que los pacientes sean tratados con más comodidad y rapidez, pero a la vez que sus costes energéticos y de mantenimiento se optimicen. Un colegio bien diseñado crea mejores entornos de aprendizaje, pero paralelamente sus costes deben ser viables y asumibles.
BUENA ARQUITECTURA = PROGRESO
La arquitectura permite que nuestro entorno progrese sin que suponga un esfuerzo para las personas.
Las innovaciones en la arquitectura han mejorado las condiciones de los edificios. La buena arquitectura avanza con los tiempos y nos alienta a adoptar hábitos más saludables y eficientes.
La arquitectura y el urbanismo modifican el entorno para crear espacios para la sociedad, con mención especial para la accesibilidad de personas discapacitadas.
Ampliar la diversidad de los usuarios en arquitectura y urbanismo significa introducir la dimensión social, hacer protagonista al usuario. Si el medio urbano o arquitectónico heredado no se ajusta a las necesidades de la sociedad actual debemos modificarlo y ajustarlo a la necesidades de hoy día.
CONCLUSIÓN
Puede parecer que el público en general no le da suficiente importancia a todo lo comentado, pero los arquitectos debemos tomarnos el tiempo necesario y pensar en las repercusiones sociales del edifico que estamos creando.
El trabajo de un arquitecto no es precisamente fácil. Hay mucho que tener en cuenta y mucha presión de factores externos. Sin embargo, nuestro trabajo no es ingrato. Tenemos la obligación de aprovechar el espíritu innovador, nuestra capacidad técnica y nuestra inventiva para mejorar las perspectivas de las personas a las que prestamos nuestro servicio, a su entorno y a la sociedad en general.